Cuántas, cuántas maneras.

Hola, seré nuevamente aquel personaje que retiene un sueño, el forajido que resiente una emoción cada día, incluso el humano voraz y agresivo que redacta versos en distintas nociones.

El vivir implica trascender, ser el actor principal en la película y que sea reconocido por las críticas de aquellos que están fuera de la misma. Hay un mil de razones para ver atardeceres mientras vas conduciendo, también se desean millones de materiales con el fin de hacer más plancentera la vida en ésta tierra. Se mutilan y perforan corazones para existir, además, se portan como si fueran trofeos y se reconoce el esfuerzo por haber obtenido cada uno de ellos; ahí, en una gaveta vieja, donde se recopilan y clasifican para mirarles detenidamente, tanto, que hace que las historias revivan día a día.

Hay emociones que duelen, pero que se gozan, son éstas las que más se recuerdan. ¿La intensidad de un dolor es más fuerte que de la felicidad? Bueno, ¿tú que sabes? o más bien… ¿tú qué piensas? Si la emoción trasciende en un segundo, imagina el vivir durante más de 40, 70, 100 años; ¡peor aún, toda la vida!

Desechamos lo que no es útil, sin ser profundos a localizar lo que implica en nuestro sentir. Observamos a todo aquel que creemos es un ser importante y ordenamos sentimientos para rechazar al que no vale la pena. Nos llaman materialistas y consumidores, incluso perversos y nobles, algunas veces nos apodaron carnívoro y otras vegano, ¡já!, ¿y ahora qué eres? y te responden con el famosísimo «depende».

Incitamos a una guerra digital, provocamos una tendencia, innovamos la moda y criticamos modelos conservadores… también proponemos ideas no antes vistas, creemos saber la razón de un todo y creyendo en su destino, suerte o hasta casualidad. Borramos de las mentes aquello que nos hace sufrir, voluntarios de la capacidad de la razón, pero en las noches las amargas pesadillas y los valiosos sueños se hacen presentes ante una fantasía ideal, utópica e invaluable.

Y así, día a día hay una manera, no, son más, quizá cientos al día de existir. No creo descifrar el mundo, menos teniendo la capacidad de crear y crear maneras, tantas, que ni podría terminar de contarlas. Ahora, conoces algo de mis maneras, ¿qué tal las tuyas?

Hacía tanto…

Tanto sin contactar con sí mismo, es un resultado de qué tanto se está rodeado en un contexto en el que constantemente se está activo. Hay circunstancias que exigen desconectarte de lo que hoy en día te mantiene, y no, no hablo de la vida, sino de aspectos más introspectivos.

¿Qué tanto has sonreído en estos días?, ¿qué te mantiene pensando?, ¿hacía dónde crees que caminas?, ¿en qué plan consideras que te encuentras; a corto, mediano o largo plazo?

Sí, todas y cada una de éstas preguntas deberías de hacértelas… en ésta medida estarás en contacto con sí mismo. Si en algún lugar estás rodeado de personas y aún así dichas preguntas se consolidan en tu mente, es ahí donde hacía tanto que no había una introspección. Si no tomas un tiempo para preguntarte todo lo que haces, lo que experimentas, parte de tus logros y por supuesto vínculos que trascienden en tu vida, es aquí donde el hacía tanto aplica.

Hay situaciones en el que hacía tanto se aparece con un sentido favorable, por ejemplo, cuando dejas de ver a alguien tan apreciado y después de tanto tiempo se vuelven a comunicar, ¿qué tal ése hacía tanto?, ¿bendito, no?

Reflexiona en tus hacía tanto, en la medida que reconozcas cuáles te han beneficiado, aquellos que necesitan una remembranza e incluso los que te perjudicaron, pero te mantienes al tanto. El ser humano nunca olvidará algo, ése algo puede ser físico, psicológico o incluso simbólico… quizá el único motivo para el olvido es la muerte o hasta enfermedad mental, mientras tanto, tus hacía tanto te recordarán quién eres, expresarán lo que realmente fuiste y lo que estás construyendo en ti mismo.

Así que, hacía tanto que no te escribía y permitía que mis emociones transformarán en palabras lo que siento, hacía tanto que no reflejaba esto que me encanta… y hacía tanto que no te encontraba por aquí, jeje.

Premio a la noche.

La primera vez que observé a las estrellas me di cuenta que hay más de lo que conozco, incluso opté por empezar a contarlas, cuando tenía por lo menos 300, olvidaba cuál era el último lugar en el que había iniciado. También consideré contemplar las estrellas desde los árboles, fue muy cómico, porque entre más escalaba el árbol, creía que estaba más cercano al cielo, a su vez a las estrellas. Buscaba y examinaba cada estrella, sin tanto éxito por terminar de contarlas y después me percaté que definitivamente no terminaría de hacerlo.

Después empecé a examinar la luna, ése gran pedazo de queso que de niños y niñas nos hacían creer, en mi caso, imaginaba que un ratón la devoraba y por eso quedaba a mitad y cuando ya no estaba, el ratón había comido su último trozo para así que el sol apareciera. Sí, se lee tonto, pero ésa era mi imaginación, es más, afirmaba que por las noches salían tantos ratones, que el queso de la luna se acababa más rápido y que las estrellas pudieran ser migajas de lo que cada noche mascaban a lunas de queso.

Meditaba por el color de la noche, ¿era azul marino tan profundo o negro tan pálido? La luz del queso de luna encendía alrededor del cielo, pero no era lo suficiente para llegar a todo… simplemente se quedaba así, sin color. Las estrellas acompañaban su contraste, más no eran lo suficientes, a final de cuentas la noche siempre se esparcía ante mi.

Ahora comprendo; capto que la noche estremece a quien se atreve a su presencia, siempre creía que ésta era simplemente para dormir… ¡que equivocado estaba! Todos esos días que un ratón devoraba a la luna, yo siempre estuve reflexionando de mi, ante cada acontecimiento de lo que sucedía en mi familia, escuela y mi desarrollo. Cada vez que se iba un pedazo de la luna de queso, yo crecía; y cada que creía contar estrellas, incentivaba mis reflexiones.

Así es la noche, te cubre en 360° grados, sujetando cada trozo, pensamiento, idea y noción de tu vida. Quizá con edad pequeña no lo alcances a notar, irónicamente mientras vas creciendo, la noche se convierte en el más claro ejemplo de que las estrellas se transforman en amigas que te acompañan, que la luna no es de queso y que gira a tu alrededor para escoltar tu camino y que el color azul profundo y negro pálido estarán para recordarte que es la noche, tu noche.

Así he ganado premios, estimando cada noche de mi existir, ahora cada que observo la luna, las estrellas y el color de la misma noche, afirmo que mi vida ha tenido recompensas por cada una de dichas vivencias a su lado.

Actualmente la noche sigue proyectándome retos de vida, mismos que me indican si al término del día han sido valorados o no, y que con mayor razón la noche es el momento para llevarlos a su recompensa.

Ésta noche, sin duda alguna pensaré en si he tenido otro premio…